Comunicación de crisis: cuando el silencio grita más que mil palabras
- Fernando Arévalo

- 23 may
- 4 Min. de lectura
Hay momentos en la vida de una organización en los que el tiempo se vuelve denso, las redes sociales arden como pólvora y cada segundo de demora pesa como una confesión. Un escándalo, una filtración, un error: basta una chispa para que el prestigio cuidadosamente construido durante años se derrumbe como un castillo de cartas en plena tormenta.
En esta era de indignación instantánea y algoritmos hambrientos, la comunicación de crisis ya no es un lujo de relaciones públicas: es una cuestión de supervivencia estratégica. Porque cuando todo se tambalea, callar no es prudente. Es peligroso.
¿Qué es realmente la comunicación de crisis?
No se trata solo de salir a apagar fuegos. Es, más bien, saber bailar bajo la lluvia sin parecer desesperado. Es el arte –sí, arte– de emitir mensajes certeros, humanos y oportunos cuando las circunstancias aprietan. Su objetivo: contener el daño, recuperar el relato y sostener la confianza como quien mantiene encendida una vela en medio del vendaval.
La reputación, esa dama escurridiza, no se compra ni se impone. Se teje con actos, coherencia y, sobre todo, con la mirada de los otros. Se construye con paciencia monástica… pero se deshace en segundos, como una copa de cristal al borde de la mesa.
Tres verdades incómodas sobre la reputación:
Nace despacio, muere rápido.
No se controla, se merece.
Es invisible, pero pesa más que un balance financiero.
¿Cómo se enfrenta una crisis sin perder la compostura (ni la cabeza)?
Prepararse antes de que truene el cielo.
Tener un plan no es paranoia: es responsabilidad. Definir roles, portavoces, canales y posibles escenarios puede marcar la diferencia entre una reacción ágil y un papelón en vivo.
Responder rápido y con el corazón en la mano.
El primer mensaje es como la primera escena de una película: determina el tono. Debe ser honesto, empático y basado en datos. Ni frialdad corporativa ni melodrama: solo verdad con humanidad.
No desaparecer después del primer tuit.
Comunicar no es un sprint, es una maratón. La ciudadanía quiere saber cómo evoluciona la historia. Silencio prolongado = sospecha.
Cerrar el ciclo y aprender con humildad.
Informar cómo se resolvió, qué se corrigió y cómo se evitará en el futuro. Si se tropieza, al menos que sirva para caminar mejor la próxima vez
Tres casos que enseñan más que mil manuales
ONG: Médicos Sin Fronteras, ébola en África (2014)Mientras los gobiernos y organismos internacionales hacían malabares con los titulares, MSF fue de las pocas voces que no temblaron. Dijeron lo que nadie quería oír, actuaron con rigor clínico y transparencia quirúrgica. Su comunicación fue una mezcla de ciencia, ética y humanidad. Y sí, lideraron la narrativa porque primero lideraron la acción.
Empresa: Johnson & Johnson y el Tylenol envenenado (1982)Siete muertes, millones de pastillas retiradas. ¿Qué hizo la empresa? No se escondió. Dio conferencias, rediseñó envases y habló claro. Transformó el escándalo en ejemplo. A veces, el mayor error no es fallar: es negar el fallo.
Gobierno: Nueva Zelanda y la pandemia de COVID-19 (2020)Con eslóganes que sonaban más a consejos de una madre sabia que a órdenes gubernamentales ("Actúa temprano. Sé firme." "Quédate en casa. Salva vidas."), el país liderado por Jacinda Ardern mostró que se puede comunicar con firmeza y ternura a la vez. Y cuando se habla con empatía, la gente escucha con el corazón.
Lecciones que no caben en un PowerPoint
El silencio comunica. Y casi siempre, comunica lo peor.
No basta con tener razón: hay que saber decirla bien.
Una crisis puede hundirte… o elevarte. Depende de cómo hables (y de si hablas).
Un protocolo: ese salvavidas que ojalá nunca uses
Una organización sin plan de crisis es como un barco sin brújula. Cuando la tormenta llega –porque llega, tarde o temprano–, no hay tiempo para improvisar. Un protocolo bien diseñado permite actuar con rapidez, tomar decisiones bajo presión sin perder el rumbo y, sobre todo, comunicar con coherencia y compasión.
Es una hoja de ruta. Pero también, un escudo.

Riesgos que acechan (y cómo nombrarlos sin miedo)
Tipo de crisis | Ejemplo específico | Nivel de riesgo |
Financiera o legal | Uso indebido de fondos, auditoría negativa | Alto |
Reputacional | Denuncia pública, campaña hostil | Alto |
Operacional | Fallo en servicios, entregas | Medio |
Tecnológica | Hackeo, filtración de datos | Alto |
Ambiental/Natural | Inundación, terremoto | Variable |
Sanitaria o humana | Brote infeccioso, accidente grave | Medio |
¿Quién hace qué cuando todo tiembla?
Rol | Contacto | Responsabilidades |
Coordinador/a de crisis | [Nombre] | Activa el plan, supervisa todo |
Vocero/a oficial | [Nombre] | Habla ante medios y redes |
Apoyo técnico/comunicacional | [Nombre] | Redacción, monitoreo, difusión |
Asesor/a legal | [Nombre] | Cuida la coherencia jurídica |
Consejos que salvan (y no solo tiempo)
Cuando estalla un escándalo:
“Somos conscientes de una situación que afecta nuestra imagen. Estamos tomando medidas inmediatas para esclarecer los hechos y reiteramos nuestro compromiso con la transparencia, la ética y el respeto.”
Cuando el error es propio:
“Reconocemos una situación lamentable relacionada con [tema]. Asumimos total responsabilidad y ya iniciamos una investigación. Nuestro compromiso: corregir, aprender y evitar que vuelva a suceder.”
Cuando hay avances que compartir:
“Agradecemos su paciencia. Hemos avanzado en [acciones tomadas] y seguimos trabajando con integridad para resolver este incidente.”
Dónde hablar (y qué tanto importa)
Redes sociales: donde todo explota primero.
Comunicados de prensa: para quienes aún leen con atención.
Sitio web institucional: el archivo de la verdad.
Webinars o reuniones con aliados: el contacto humano sigue contando.
Boletines: porque no todo entra en un tuit.
Medir para no repetir
Después de la tormenta, toca evaluar los daños y las decisiones. ¿Qué funcionó? ¿Qué se dijo mal? ¿Qué podríamos haber previsto?
Herramientas: Google Alerts, Hootsuite, TweetDeck.
Indicadores: alcance, tono, confianza recuperada.
Resultado final: un informe con lecciones que valgan más que excusas.
Porque al final, no se trata de evitar la crisis (spoiler: no se puede), sino de enfrentarla con voz firme, rostro humano y algo que escasea más que el oro: coherencia.
Y ahí, justo ahí, es donde muchas organizaciones se ganan –o se pierden– para siempre.




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